– ¡No se debe estar pegado al dinero y
al poder! – Gritó el Bucanero Berg, detrás de su mesa en La
Martha, ubicada en un oculto enclave de la feroz Isla de la Gaviota,
cuyo mar Caribe, baña sus idílicas playas.
Es cosa clara para Berg, que los tesoros
deben estar en la Isla de la Gaviota, y no fuera de ella, y
sobretodo, dentro de las cuantiosas arcas, ocultas en las cuevas del
IORR.
¡A no confundir! Esta no es la cueva de
Alí Babá y los 40 ladrones. Si bien en la década del 70, luego de
la sospechosa muerte de Loockiany, circuló una leyenda negra que
daba el nombre de muchos de ellos; pues nada mejor que lavar los
doblones mal habidos con agua bendita. Como dijimos, pura leyenda
negra.
El tesoro es poder y Berg lo sabe mejor
que nadie, si bien por las callejas de la única población de la
isla, ostenta la miseria.
Tampoco es cosa de dilapidar el botín.
Este fue el motivo, por el cual el corsario Casaling, perdedor del
duelo a espada limpia sostenido en el Río de la Plata; Berg, que
cual otro Morgan, ahora es gobernador, le quitó su patente de corso,
pues se la tenía jurada por pretender ocupar su puesto de mando.
Y todo se resuelve yendo a la caza del
Tesoro. De allí que se sigue buscando el mapa oculto de los míseros
marinos, que han quedado cautivos tras el abordaje al navío FFIC, y
sin pistas del mísero mapa, muchos de ellos fueron obligados a
“caminar por la tabla”.
Berg, puede subir al puesto de mando, con
botas rotas, un parche en el ojo y chaleco raído; pero no sea cosa
que se le escape un doblón, para esto, su vista de gaviota es única.
Muchas han sido sus aventuras. Todos
recuerdan su espaldarazo como pirata, dado por los guerreros de
Phente-Costales, bajo los techos del Luna Parq. Todos perciben su
pacto con Jeireddín Barbarroja, bajo los verdes pliegues del Corán,
a la espera de los débiles gomones mediterráneos; o los intereses
del préstamo otorgado por Escorqua, escondido en un recodo del
estuario platense; o sus actos de piratería, ejecutados con alevosía
ante las mismas narices de la Junta Militar Argentina; o su bandera
peronista flameando en el mástil del trinquete.
Sus hazañas son numerosas. ¿Quién
puede olvidar la caída del pirata Bar-Galante, en las costas de
Cancún? Una caída que hizo mucho ruido, pero sobretodo, se conoció
su historieta, justo en el momento que pretendía reemplazar a Berg
en el mando. Es que en el navío de Bar-Galante, llamado Charitatem,
¿quién lo diría?, había miles de doblones...
Berg, es pirata avezado en conspiraciones
silenciosas; en tirar la piedra y esconder la mano; en atacar
de noche con sus cañones y en desaparecer con las primeras luces del
alba; en pactar con los bucaneros holandeses o con los filibusteros
teutones del Mar del Norte. Así nuestro pupilo del pirata Martinica,
se entrenó en las aguas del Po, antes de zarpar a la aventura. Hoy
todos sus viajes por la ancha mar del abismo, son seguidos
atentamente por la gran hermandad del Compás y la Esquadra y
admirados por su influyente prensa.
No es poca cosa para este marino que
viene del “fin del mundo”, pero que ya se conoce de
memoria todos los mares, acostumbrado a los abordajes, a los
“golpes”, a las conspiraciones y sobretodo, a los
doblones, pues se hace obsesivo escuchar cuánto habla de ellos.
Así, su bandera flamea oronda por las
aguas del ancho mar, con su lema escrito en la cima del mesana:
“Misericordia a todos y tesoros al IORR.”
Hoy encontramos un nuevo centinela en la
cueva del IORR, un tal Munni, que se inició como grumete, pero que
ahora ostenta el único mapa de los recodos de la caverna.
¡Ay del infeliz que esconda un doblón!