Calesita

miércoles, 19 de octubre de 2016

Ratzinger el gran Reformador


Curzio Nitoglia analiza un libro aparecido en septiembre de 2016, escrito por el periodista alemán Peter Seewald (Milano, Corriere della Sera/RCS) cuyo título es: Benedetto XVI. Ultime conversazioni.
El interés del libro lo expone don Curzio:
Benedicto XVI responde clara y concisamente a las preguntas del periodista. Por lo tanto, por la lectura de este libro, es posible dibujar una imagen más clara de la personalidad y el pensamiento filosófico/teológico del joven teólogo Padre Joseph Ratzinger, del maduro cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y del Papa, que no sólo renunció al Solio en 2013, sino que inventó la figura del "Papa emérito". 1
Su análisis es excelente y recorre el libro; por mi parte tan solo deseo destacar algunos puntos:
1. No todo lo que reluce es oro. – Mientras Bergoglio, gran icono de la oquedad, ve algo nervioso, que a sus pies se abre un abismo de protestas en todo el orbe cristiano, la figura idolatrada de Benedicto XVI comienza lentamente a deteriorarse. Este artículo lo saco de una página donde unos años atrás, hablaban maravillas de su figura.
2. ¿Quién es Joseph Ratzinger? Imposible juzgarlo en este mundo; pero el hecho de haber creado un papado emérito, ha sido la piedra del escándalo. Pues como dice don Curzio:
...tal figura no está contemplada ni en el derecho, ni en la teología de la Iglesia. 2
3. Benedicto XVI, el gran reformador. – Por este desgraciado episodio, Curzio Nitoglia saca a relucir parte del pasado de Joseph Ratzinger. Ya en nuestras páginas, desde la era misma de su pontificado, señalábamos, para quienes supieran leer entre líneas, que Benedicto XVI emitía tufo a reforma, y si de reforma se trata, estamos hablando de modernidad. Don Curzio nos da la razón. He aquí su informe:
En primer lugar Peter Seewald en su Introducción ilustra como el joven Don Ratzinger, con solo 35 años, "educado en el pensamiento progresista de los mejores teólogos de su tiempo" 3 ha sido elogiado por Juan XXIII porque "ninguno excepto este 'teenager 4 de la teología', ha sido capaz de expresar mejor las intenciones que llevaron al Papa [Roncalli] para convocar el Concilio Vaticano II " 5
Por lo tanto Ratzinger no sólo ya desde joven recibió muy bien el espíritu del Concilio como "apertura con la cual la Iglesia entra en la era moderna" 6, sino que participó en primera fila con "sus impulsos para imprimir en el Vaticano II" esta apertura a la modernidad.

En este punto trae don Curzio una cita del libro:
"Yo no quería moverse en el ámbito de una filosofía estancada de confección y etiquetada, pero [...] sobretodo quería conocer la filosofía moderna. En este sentido yo era moderno y crítico" (p 81). Y añade más:" Éramos progresistas. Queríamos renovar la teología y con ella la Iglesia, haciéndola más viva. [...] Quería salir del tomismo clásico [...] y no podía prescindir del diálogo con las nuevas filosofías "(p. 83 y 84).
Por tal motivo afirma don Curzio:
...él quería y aún hoy quiere una apertura a la filosofía moderna, la cual se basa en la primacía del sujeto sobre la realidad, para conciliarla con la doctrina católica. 7
4. El Ratzinger contradictorio. – Este punto de vista fue condenado categóricamente por Pío X y parece un deseo latente de Benedicto XVI, no expresado con los mismos términos de don Curzio; pero a tener en cuenta. Y continúa:
Ratzinger siempre ha sido una "figura incómoda" (ibid), difícil de encuadrar, dada su propensión de búsqueda y deseo de conciliar los extremos opuestos, incluso a costa de escandalizar y provocar, a veces, incluso a los modernistas de marcha acelerada, como Küng, Rahner, Boff, Metz.
Él es un modernista de marcha lenta, pero muy agudo, que sabe ocultar las conclusiones extremas de algunas de sus acciones y pensamientos, expresados con mucho recato.
Esto es más peligroso que el papa Bergoglio, que expresa abiertamente su súper-modernismo radical... 8
5. Cambiar la naturaleza del papado. – Y de este modo don Curzio saca sus conclusiones:
Hemos llegado al final de la loca carrera modernista ("motus in fine velocior"), que tiene como objetivo cambiar la naturaleza del papado y de la Iglesia.
He aquí el gigantesco acierto de este pensador. Detrás de este objetivo final, se encuentra Lucifer. De este modo, el reformador Benedicto XVI y su colega de cargo, Bergoglio, gran icono de la oquedad, no se encuentran solos.
Peter Seewald cierra su introducción al libro/entrevista con estas palabras:
"El gesto histórico de su renuncia ha cambiado radicalmente el ministerio petrino, devolviéndole la dimensión espiritual de sus orígenes. [...]. Visto de esta manera, el último Papa de una época de decadencia ha construido un puente para el advenimiento de lo nuevo. Una vez que terminó su tarea ha dimitido a su cargo" (p. 17). 9
La frase es inquietante, porque tiene gusto a milenarismo joaquinista (según la cual a la era del Antiguo Testamento del Padre, sucedería la neotestamentaria del Hijo y luego la tercer era del Espíritu Santo, ya no dirigida por la jerarquía sacerdotal, sino de una élite tradicional, espiritual y profética) porque habla:
a. de un cambio radical del ministerio papal;
b. de un último Papa de la época decadente, que hace de puente al nuevo Papa de la nueva era;... 10
Como muy bien afirma don Curzio, estamos ante el joaquinismo de turno.
LA TEOLOGÍA DEL PAPADO EMÉRITO. – Pero acontece que si el “papa emérito” no tenía teología, con Ratzinger comienza a tenerla; he aquí las razones expuestas por el reformador Benedicto XVI:
...la “función” papal significa gobernar la Iglesia universal en acto o sea que consiste en el poder de jurisdicción del Papa, desenvolviendo la misión, el oficio o la tarea de Papa, teniendo "bajo el control toda la situación" de la Iglesia universal (p. 35); tal función puede ser abandonada por la dimisión, si el Papa ya no tiene la capacidad de hacer todo esto.
En cambio, la "misión", es decir, la vocación y la elección del Papa, es semejante al hecho de ser padre físico, el cual es siempre padre y aún si, psicológicamente y moralmente, ya no es capaz de hacer de padre, permanece y es el padre físico siempre, aún en el caso de haber abandonado las "responsabilidades concretas", o sea la "función" de padre moral (p. 38).
¿DÓNDE ESTÁ EL ERROR? – El razonamiento ratzingeriano sobre el papado emérito es propio de un modernista de pura cepa.
La misión papal se otorga a la hipóstasis, es decir a la persona, la cual es refrendada por Jesucristo mismo, como su Vicario en esta tierra.
De esta “misión” dada a la hipóstasis procede la “función. La “función” es la acción o procesión que lleva implícita la potencia de la “misión”. Cuando no se posee procesión, es porque no existe potencia que la haga posible, esto tan solo se da con la muerte. Santo Tomás diría que se pretende dividir el acto de la potencia propia de un ser. He aquí el sofisma de Ratzinger.
Por lo tanto la “función” no puede separarse de la “misión” de la cual procede. Sería un absurdo. Es como si en la Trinidad, el Padre separase al Hijo del Espíritu Santo, que es su procesión. En esto consiste el absurdo ratzingeriano.
Más aún, un papa que no puede ejercer plenamente la “función” no puede ni debe renunciar a ella, sino delegarla por partes en otras personas teniendo a su cargo el resultado final de la acción, que siempre le es propia; pero jamás haciendo posible la elección de otra hipóstasis papal; pues entonces, ¿para qué están las oficinas vaticanas?
GRAVES CONSECUENCIAS. – De esto se desprende, que quien dimite, comete un gravísimo error, pues contradiciendo a Benedicto XVI, la “misión” es hasta su muerte, y de esto se desprende que su “función” persiste en la hipóstasis de la que procede también hasta su muerte; y toda nueva elección, de nuestros cardenales, sumidos en el sueño y navegando por los anchos mares de la inoperancia, es inválida de por sí.
ORIGEN DEL ERROR. – Sigue don Cursio exponiendo su análisis:
A continuación, Benedicto XVI agrega que el "Papa emérito" es una figura similar a la del "Obispo emérito", la cual no existía antes de 1966 (p. 38). 11
¡AY VATICANO II! – No podía ser de otra forma; si existen obispos eméritos, deben existir papas eméritos. He aquí hacia donde nos ha llevado este disparatado Concilio Vaticano II, el cual levantó la figura del laico, destruyó el concepto tradicional del obispo y desdibujó al presbítero quien navega sin rumbo fijo entre el laico y el obispo, sin hallar su propio puerto. Todo para preparar el fin del papado y el cambio de naturaleza en la Iglesia. La estrategia de Lucifer, no puede ser más nítida.
A MODO DE EPÍLOGO. – Así es cardenales, Francisco no existe. Ahora resuelvan esta encrucijada en la que un modernista solapado, como Ratzinger puso a la Iglesia, caso contrario, la “misión” de ustedes como cardenales no cuadra con la “función” que deben ejercer.



1 http://chiesaepostconcilio.blogspot.com.ar/2016/10/ultime-conversazioni-di-benedetto-xvi.html
2 Ibídem.
3 Frase tomada del libro: Benedetto XVI. Ultime conversazioni, cit., p. 11.
4 Adolescente.
5 Ibídem a nota 3.
6 Ibídem.
7 Ibídem a nota 1.
8 Ibídem a nota 1.
9 Ibídem a nota 1.
10 Ibídem a nota 1.
11 Ibídem a nota 1.

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