Calesita

jueves, 3 de mayo de 2018

El falso Pontificado Sarabaíta


Dentro las Reglas que San Benito escribió para sus monjes, en su primer capítulo, el Santo fundador advierte sobre las categorías o géneros de monjes que existen.
Es el sacerdote en occidente, lo que en oriente se considera un hieromonje. Es decir, que el sacerdote es un monje, por ello vive en perfecta castidad, desde el cenobio del seminario. En este contexto cenobítico, poner fin al celibato es una utopía de esta decadente modernidad.
Muchas normas escritas por San Benito pueden aplicarse a los distintos sacerdotes, pues son hieromonjes por su celibato, como asimismo se puede aplicar a los altos prelados, y sobretodo al papado.
Hoy nos encontramos en tan grande decadencia, que percibimos dentro de los eclesiásticos, los cuatro grupos de monjes descritos por San Benito. Para todos es bueno meditar lo que escribe San Benito en el capítulo primero de su Regla:
Es sabido que hay cuatro clases de monjes:
La primera es la de los cenobitas, esto es, la de aquellos que viven en un monasterio y que militan bajo una regla y un abad.
Hasta aquí el Capítulo primero presenta la primera categoría de monjes auténticos. San Benito determina perfectamente los auxilios para que nuestra naturaleza dañada pueda inundarse Luz en el monacato de cualquier tipo:
1. Vivir en comunidad: ...aquellos que viven en un monasterio...
2. Militar bajo una regla escrita: Esta regla escrita, no oral, no es otra cosa que un Camino que otros han transitado y lo dejaron por escrito para ayudarnos en las mismas dificultades que ellos y nosotros encontramos; por ello dice: ...y que militan bajo una regla...
La regla no es la ocurrencia de un trasnochado, ni de un loco errante, ni de un desequilibrado mental. Tampoco es la invención de una corriente de pensamiento filo herética. Cuanto más antigua es la Regla, tanto más santa.
El término “militan” (militans) señala la férrea disciplina de la milicia. El monacato no es para los espíritus revoltosos, los deseosos de novedades o los inconstantes, ni mucho menos para aquellos que corren tras las sorpresas.
3. Un director espiritual: Este director o abad nos va guiando para ayudarnos a no errar el Camino, por ello cierra su pensamiento San Benito indicando la necesidad imprescindible de un abad.
De cenobita a ermitaño.
Cuando el monje se ha ejercitado en el cenobio con estos tres auxilios, puede acceder a la segunda categoría: puede vivir como ermitaño en la soledad del desierto, sin el auxilio de la comunidad, manteniendo la regla escrita en sus obras, habiéndose constituido en abad o director espiritual. Por eso leemos:
La segunda clase es la de los anacoretas o ermitaños, quienes, no en el fervor novicio de la vida religiosa, sino después de una larga probación en el monasterio, aprendieron a pelear contra el diablo, enseñados por la ayuda de muchos. Bien adiestrados en las filas de sus hermanos para la lucha solitaria del desierto, se sienten ya seguros sin el consuelo de otros, y son capaces de luchar con solo su mano y su brazo, y con el auxilio de Dios, contra los vicios de la carne y de los pensamientos.
Hoy sucede que personas que fracasaron como directores espirituales y que sus súbditos señalaron todos su errores cuando ejecutaron este encargo, pues no supieron hacer esta delicada obra de misericordia, se han puesto al frente de la Iglesia. Hablamos del pésimo y claro ejemplo del jesuita Bergoglio, quien se erige en maestro espiritual de una Iglesia que lo rechaza como miembro extraño y espurio a su cuerpo.
Por consiguiente cuando se enseña que la santidad es un asunto entre Dios y el yo, es enseñar contra todo sentido común. Camino directo a la perdición. Nadie se perfecciona solo. Esto es una Iglesia, dentro de la cual no existe el individualismo modernista, y mucho menos tiene cabida el liberalismo bergogliano expuesto en su Gaudete et exsultate.
Este nefasto pensamiento bergogliano lleva a las otras dos categorías de monjes que describe San Benito:
La tercera, es una pésima clase de monjes: la de los sarabaítas. Éstos no han sido probados como oro en el crisol por regla alguna en el magisterio de la experiencia, sino que, blandos como plomo, guardan en sus obras fidelidad al mundo, y mienten a Dios con su tonsura. Viven de dos en dos o de tres en tres, o también solos, sin pastor, reunidos, no en los apriscos del Señor sino en los suyos propios. Su ley es la satisfacción de sus gustos: llaman santo a lo que se les ocurre o eligen, y consideran ilícito lo que no les gusta.
Como el lector presupone, es necesario explicar algunos términos.
Afirma el Diccionario Enciclopédico de Teología del Abate Bergier, publicado en 1835 que el término sarabaíta...
...viene del hebreo sarab que significa rebelarse. Casiano, en su conferencia 14 los llama Rennitæ, quia jugum regularis disciplinæ renuunt. No les hace mas favor San Jerónimo, quien en su Epist. 18 ad Eustochium los llama remoboth, palabra egipcia casi equivalente a sarabaítas. (Tomo 9, pág. 68)
Significa que estos remoboth o sarabaítas, eran los que se rebelaban contra la disciplina de los monasterios, o directamente no querían ajustarse a ella, y seguían sus propias propuestas e inclinaciones, ajenos a toda obediencia vivían solos o en muy pequeños grupos, pues solo obedecían su propio criterio.
Cuando estos sarabaítas estaban en permanente movimiento, se los tildaba de giróvagos:
La cuarta clase de monjes es la de los giróvagos, que se pasan la vida viviendo en diferentes provincias, hospedándose tres o cuatro días en distintos monasterios. Siempre vagabundos, nunca permanecen estables. Son esclavos de sus deseos y de los placeres de la gula, y peores en todo que los sarabaítas.
La enciclopedia afirma que los giróvagos eran monjes...
...errantes y vagabundos, que disgustados con la vida cenobítica no seguían ninguna regla , y andaban de pueblo en pueblo viviendo a su discreción. (Tomo 9, pág. 68)
Con gran admiración, leemos párrafos en Gaudete et exsultate que parecen reglas escritas por los sarabaítas:
...la vida de la Iglesia se convierte en una pieza de museo o en una posesión de pocos. Esto ocurre cuando algunos grupos cristianos dan excesiva importancia al cumplimiento de determinadas normas propias, costumbres o estilos. De esa manera, se suele reducir y encorsetar el Evangelio, quitándole su sencillez cautivante y su sal. (G. et E. 58)
Las normas son un auxilio para no errar el Camino, camino errado por el hereje y sarabaíta Bergoglio, quien ataca las reglas de todos los monasterios, porque son un corset para la sencillez evangélica. Ataca la disciplina afirmando:
Veamos estas dos formas de seguridad doctrinal o disciplinaria que dan lugar «a un elitismo narcisista y autoritario, donde en lugar de evangelizar lo que se hace es analizar y clasificar a los demás, y en lugar de facilitar el acceso a la gracia se gastan las energías en controlar. (35)
La disciplina siempre es seguridad para la persona, porque conoce el movimiento de la comunidad. Se siente seguro, pues nadie la viola contra el prójimo. Esta seguridad es la molesta piedra en el negro zapato de Bergoglio, un jesuita desordenado y rebelde, quien por estos motivos se vio confinado por su orden en una parte de su vida, sin aprender nada al respecto. La disciplina trae Paz y por ella se transita el Camino sin sobresaltos. Es esta Paz a la que tiende el monje y la que llena los monasterios.
Y continúa el papa sarabaíta enseñando:
Es quizás una forma sutil de pelagianismo, porque parece someter la vida de la gracia a unas estructuras humanas.
Comienza el sarabaíta Bergoglio afirmando su propia oscuridad: “Es quizás”. No está seguro. Es la tiniebla bergogliana, sin la cual nada existe. Con esta tiniebla u confusión, inundó Bergoglio toda la Iglesia, pues para él es muy necesaria, pues sin ella no puede ejecutarse la regla máxima de su estupidez: el discernimiento universal. Y vayamos a este tonto diálogo para mejor comprender lo que decimos:
¿Qué hacía San Benito?
Enseñaba una forma sutil de pelagianismo.
¿Por qué?
Porque era un elitista, narcisista y autoritario.
¿Entonces era pelagiano?
Sí...porque parece someter la vida de la gracia a unas estructuras humanas.
Y nuevamente la tiniebla bergogliana: “parece”. Nunca está seguro. Hay que discernir. Entonces discernamos:
Quien somete toda la forma de su vida al discernimiento universal es un “pelagiano”.
¿Qué es el discernimiento?
Un juicio humano,
¿No está asistido por el Espíritu Santo?
¿Acaso quien discierne en soledad siempre está asistido por el Espíritu Santo? ¿Goza de inerrancia?
No siempre.
Ergo, según Gaudete et exsultate, Bergoglio es el hijo predilecto de Pelagio.
AHORA LAS REGLAS Y LA DOCTRINA CORROMPEN.
Bergoglio enseña en su papado sarabaíta estos groseros errores:
Esto afecta a grupos, movimientos y comunidades, y es lo que explica por qué tantas veces comienzan con una intensa vida en el Espíritu, pero luego terminan fosilizados... o corruptos. (58)
En distintos artículos he afirmado que Bergoglio habla permanentemente de historia, historia de la que no sabe casi nada. Tan solo una rápida lectura demuestra que todas las reformas monacales fueron necesarias porque se dieron estas causales esenciales:
1. Porque la regla escrita se consideraba demasiado estricta y por ello se ablandaba con el tiempo, no exigiendo su cumplimiento. Esto lo hallamos en el sarabaíta Bergoglio:
Sin darnos cuenta, por pensar que todo depende del esfuerzo humano encauzado por normas y estructuras eclesiales, complicamos el Evangelio y nos volvemos esclavos de un esquema que deja pocos resquicios para que la gracia actúe. Santo Tomás de Aquino nos recordaba que los preceptos añadidos al Evangelio por la Iglesia deben exigirse con moderación «para no hacer pesada la vida a los fieles», porque así «se convertiría nuestra religión en una esclavitud».(59)
Aquí este universitario del discernimiento universal no logra discenir. Una cosa son los preceptos y otra distinta son las reglas que forman las comunidades monacales. Escribía San Juan Bosco al fin de sus Reglas:
Declara la Sociedad para tranquilidad de las almas que las presentes Constituciones no obligan por sí bajo pena de pecado mortal ni venial; y que, por tanto, si al faltar a ellas uno se hace reo ante Dios, esto no proviene directamente de las mismas Constituciones... (Art. 200)
Lo dicho. Las reglas no son preceptos en sí mismos, sino auxilios para cumplir bien los preceptos evangélicos.
Las normas no son evangélicas porque no se las cumplen en su plenitud, y en este estado de complacencia, la Gracia no puede actuar. Todo lo opuesto a la enseñanza de Bergoglio, el sarabaíta y ahora giróvago. El que cumple las reglas, nunca se siente esclavo, sino libre. Esta es la causa por la cual las comunidades más estrictas crecen y nunca mueren; algo que al giróvago Bergoglio lo enfurece, de allí sus despiadados ataques a las comunidades prósperas que aplican estrictamente la regla de su fundador.
2. Esta regla considerada muy severa por el fundador, se suaviza y la comunidad elige un abad que ponga en práctica este nuevo criterio.
Para esto nada más concreto que este episodio de la vida de San Benito escrito por San Gregorio Magno:
No lejos de allí, había un monasterio cuyo abad había fallecido, y todos los monjes de su comunidad fueron adonde estaba el venerable Benito y con grandes instancias le suplicaron que fuera su prelado. Durante mucho tiempo no quiso aceptar la propuesta, pronosticándoles que no podía ajustarse su estilo de vida al de ellos, pero al fin, vencido por sus reiteradas súplicas, dio su consentimiento. Instauró en aquel monasterio la observancia regular, y no permitió a nadie desviarse como antes, por actos ilícitos, ni a derecha ni a izquierda del camino de la perfección. Entonces, los monjes que había recibido bajo su dirección, empezaron a acusarse a sí mismos de haberle pedido que les gobernase, pues su vida tortuosa contrastaba con la rectitud de vida del santo.
Viendo que bajo su gobierno no les sería permitido nada ilícito, se lamentaban de tener que, por una parte renunciar a su forma de vida, y por otra, haber de aceptar normas nuevas con su espíritu envejecido. Y como la vida de los buenos es siempre inaguantable para los malos, empezaron a tratar de cómo le darían muerte. Después de tomar esta decisión, echaron veneno en su vino. Según la costumbre del monasterio, fue presentado al abad, que estaba en la mesa, el jarro de cristal que contenía aquella bebida envenenada, para que lo bendijera; Benito levantó la mano y trazó la señal de la cruz. Y en el mismo instante, el jarro que estaba algo distante de él, se quebró y quedó roto en tantos pedazos, que más parecía que aquel jarro que contenía la muerte, en vez de recibir la señal de la cruz hubiera recibido una pedrada. En seguida comprendió el hombre de Dios que aquel vaso contenía una bebida de muerte, puesto que no había podido soportar la señal de la vida. Al momento se levantó de la mesa, reunió a los monjes y con rostro sereno y ánimo tranquilo les dijo:
Que Dios todopoderoso se apiade de vosotros, hermanos. ¿Por qué quisisteis hacer esto conmigo? ¿Acaso no os lo dije desde el principio que mi estilo de vida era incompatible con el vuestro? Id a buscar un abad de acuerdo con vuestra forma de vivir, porque en adelante no podréis contar conmigo.
Entonces regresó a su amada soledad y allí vivió consigo mismo, bajo la mirada del celestial Espectador. (Cap. III)
EL PROFETA SARABAÍTA
Bergoglio fue cardenal sarabaíta, rebelde y conspirador. Ahora gobierna llevando confusión y temor. Por supuesto, todos los sarabaítas lo siguen embobados, ha llegado la hora de su propio profeta.
¿Qué hacer en un falso pontificado remoboth?
Lo que dice el Santo fundador Benito:
De la misérrima vida de todos éstos, es mejor callar que hablar. Dejándolos, pues, de lado, vamos a organizar, con la ayuda del Señor, el fortísimo linaje de los cenobitas.
Déjalo de lado. Vivamos como lo hacíamos antes de los descalabros que acompañaron al Vaticano II, el cual aportó a los sarabaítas muchos motivos para su rebelión.
Déjalo de lado. Es el viento que se lleva la paja del trigo, para limpiar la Iglesia de herejes, sarabaítas y giróvaros.
Cardenales que nos dieron este papado, ¿cuando serán viento que deponga este hereje, sarabaíta y giróvago?


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