Dentro
las Reglas que San Benito escribió para sus monjes, en su primer
capítulo, el Santo fundador advierte sobre las categorías o géneros
de monjes que existen.
Es
el sacerdote en occidente, lo que en oriente se considera un
hieromonje. Es decir,
que el sacerdote es un monje, por ello vive en perfecta castidad,
desde el cenobio del seminario. En este contexto cenobítico, poner
fin al celibato es una utopía de esta decadente modernidad.
Muchas
normas escritas por San Benito pueden aplicarse a los distintos
sacerdotes, pues son hieromonjes por su celibato, como
asimismo se puede aplicar a los altos prelados, y sobretodo al
papado.
Hoy
nos encontramos en tan grande decadencia, que percibimos dentro de los
eclesiásticos, los cuatro grupos de monjes descritos por San Benito.
Para todos es bueno meditar lo que escribe San Benito en el capítulo
primero de su Regla:
Es
sabido que hay cuatro clases de monjes:
La
primera es la de los cenobitas, esto es, la de aquellos
que viven en un monasterio y que militan bajo una regla y un abad.
Hasta
aquí el Capítulo primero presenta la primera categoría de monjes
auténticos. San Benito determina perfectamente los auxilios para que
nuestra naturaleza dañada pueda inundarse Luz en el monacato de
cualquier tipo:
1.
Vivir en comunidad: ...aquellos que viven en un monasterio...
2.
Militar bajo una regla escrita: Esta regla escrita, no oral, no
es otra cosa que un Camino que otros han transitado y lo dejaron por
escrito para ayudarnos en las mismas dificultades que ellos y
nosotros encontramos; por ello dice: ...y que militan bajo
una regla...
La
regla no es la ocurrencia de un trasnochado, ni de un loco
errante, ni de un desequilibrado mental. Tampoco es la invención de
una corriente de pensamiento filo herética. Cuanto más antigua es
la Regla, tanto más santa.
El
término “militan” (militans)
señala la férrea disciplina de la milicia. El monacato no es
para los espíritus revoltosos, los deseosos de novedades o los
inconstantes, ni mucho menos para aquellos que corren tras las sorpresas.
3.
Un director espiritual: Este director o abad nos va guiando para
ayudarnos a no errar el Camino, por ello cierra su pensamiento San
Benito indicando la necesidad imprescindible de un abad.
De
cenobita a ermitaño.
Cuando
el monje se ha ejercitado en el cenobio con estos tres auxilios,
puede acceder a la segunda categoría: puede vivir como ermitaño en
la soledad del desierto, sin el auxilio de la comunidad, manteniendo
la regla escrita en sus obras, habiéndose constituido en abad
o director espiritual. Por eso leemos:
La
segunda clase es la de los anacoretas o ermitaños,
quienes, no en el fervor novicio de la vida religiosa, sino después
de una larga probación en el monasterio, aprendieron a pelear contra
el diablo, enseñados por la ayuda de muchos. Bien adiestrados en las
filas de sus hermanos para la lucha solitaria del desierto, se
sienten ya seguros sin el consuelo de otros, y son capaces de luchar
con solo su mano y su brazo, y con el auxilio de Dios, contra los
vicios de la carne y de los pensamientos.
Hoy
sucede que personas que fracasaron como directores espirituales y
que sus súbditos señalaron todos su errores cuando ejecutaron este
encargo, pues no supieron hacer esta delicada obra de misericordia,
se han puesto al frente de la Iglesia. Hablamos del pésimo y claro
ejemplo del jesuita Bergoglio, quien se erige en maestro espiritual
de una Iglesia que lo rechaza como miembro extraño y espurio a su
cuerpo.
Por
consiguiente cuando se enseña que la santidad es un asunto entre
Dios y el yo, es enseñar contra todo sentido común. Camino
directo a la perdición. Nadie se perfecciona solo. Esto es una
Iglesia, dentro de la cual no existe el individualismo modernista, y
mucho menos tiene cabida el liberalismo bergogliano expuesto en su
Gaudete et exsultate.
Este
nefasto pensamiento bergogliano lleva a las otras dos categorías de
monjes que describe San Benito:
La
tercera, es una pésima clase de monjes: la de los sarabaítas.
Éstos no han sido probados como oro en el crisol por regla alguna en
el magisterio de la experiencia, sino que, blandos como plomo,
guardan en sus obras fidelidad al mundo, y
mienten a Dios con su tonsura. Viven de dos en dos o de tres en tres,
o también solos, sin pastor, reunidos, no en los apriscos del Señor
sino en los suyos propios. Su ley es la satisfacción de sus gustos:
llaman santo a lo que se les ocurre o eligen, y consideran ilícito
lo que no les gusta.
Como
el lector presupone, es necesario explicar algunos términos.
Afirma
el Diccionario Enciclopédico de Teología del Abate Bergier,
publicado en 1835 que el término sarabaíta...
...viene
del hebreo sarab
que significa rebelarse. Casiano, en su conferencia 14 los llama
Rennitæ, quia jugum regularis disciplinæ renuunt. No les hace mas
favor San Jerónimo, quien en su Epist. 18 ad Eustochium los llama
remoboth,
palabra egipcia casi equivalente a sarabaítas. (Tomo 9, pág. 68)
Significa
que estos remoboth o sarabaítas, eran los que se
rebelaban contra la disciplina
de los monasterios, o directamente no querían ajustarse a ella, y
seguían sus propias propuestas e inclinaciones, ajenos a toda
obediencia vivían solos o en muy pequeños grupos, pues solo
obedecían su propio criterio.
Cuando
estos sarabaítas
estaban en permanente movimiento, se los tildaba de giróvagos:
La
cuarta clase de monjes es la de los giróvagos, que se
pasan la vida viviendo en diferentes provincias, hospedándose tres o
cuatro días en distintos monasterios. Siempre vagabundos, nunca
permanecen estables. Son esclavos de sus deseos y de los placeres de
la gula, y peores en todo que los sarabaítas.
La
enciclopedia afirma que los giróvagos
eran monjes...
...errantes
y vagabundos, que disgustados con la vida cenobítica no seguían
ninguna regla , y andaban de pueblo en pueblo viviendo a su
discreción. (Tomo 9, pág. 68)
Con
gran admiración, leemos párrafos en Gaudete et exsultate
que parecen reglas escritas por los sarabaítas:
...la
vida de la Iglesia se convierte en una pieza de museo o en una
posesión de pocos. Esto ocurre cuando algunos grupos cristianos dan
excesiva importancia al cumplimiento de determinadas normas propias,
costumbres o estilos. De esa manera, se suele reducir y encorsetar el
Evangelio, quitándole su sencillez cautivante y su sal. (G. et E.
58)
Las
normas son un auxilio para no errar el Camino, camino errado por
el hereje y sarabaíta Bergoglio, quien ataca las reglas de
todos los monasterios, porque son un corset para la sencillez
evangélica. Ataca la disciplina afirmando:
Veamos
estas dos formas de seguridad doctrinal o disciplinaria que dan lugar
«a un elitismo narcisista y autoritario, donde en lugar de
evangelizar lo que se hace es analizar y clasificar a los demás, y
en lugar de facilitar el acceso a la gracia se gastan las energías
en controlar. (35)
La
disciplina siempre es seguridad para la persona, porque conoce el
movimiento de la comunidad. Se siente seguro, pues nadie la viola
contra el prójimo. Esta seguridad es la molesta piedra en el negro
zapato de Bergoglio, un jesuita desordenado y rebelde, quien por
estos motivos se vio confinado por su orden en una parte de su vida,
sin aprender nada al respecto. La disciplina trae Paz y por ella se
transita el Camino sin sobresaltos. Es esta Paz a la que tiende el
monje y la que llena los monasterios.
Y
continúa el papa sarabaíta enseñando:
Es
quizás una forma sutil de pelagianismo, porque parece someter la
vida de la gracia a unas estructuras humanas.
Comienza
el sarabaíta Bergoglio afirmando su propia oscuridad: “Es
quizás”. No está seguro. Es la tiniebla bergogliana, sin la
cual nada existe. Con esta tiniebla u confusión, inundó Bergoglio
toda la Iglesia, pues para él es muy necesaria, pues sin ella no
puede ejecutarse la regla máxima de su estupidez: el discernimiento
universal. Y vayamos a este tonto diálogo para mejor comprender
lo que decimos:
– ¿Qué
hacía San Benito?
– Enseñaba
una forma sutil de pelagianismo.
– ¿Por
qué?
– Porque
era un elitista,
narcisista y autoritario.
– ¿Entonces
era pelagiano?
– Sí...porque
parece someter la vida de la gracia a unas
estructuras humanas.
Y
nuevamente la tiniebla bergogliana: “parece”. Nunca está
seguro. Hay que discernir. Entonces discernamos:
Quien
somete toda la forma de su vida al discernimiento universal es un
“pelagiano”.
– ¿Qué
es el discernimiento?
– Un
juicio humano,
– ¿No
está asistido por el Espíritu Santo?
– ¿Acaso
quien discierne en soledad siempre está asistido por el Espíritu
Santo? ¿Goza de inerrancia?
– No
siempre.
– Ergo,
según Gaudete et exsultate, Bergoglio es el hijo predilecto
de Pelagio.
AHORA
LAS REGLAS Y LA DOCTRINA CORROMPEN.
Bergoglio
enseña en su papado sarabaíta estos groseros errores:
Esto
afecta a grupos, movimientos y comunidades, y es lo que explica por
qué tantas veces comienzan con una intensa vida en el Espíritu,
pero luego terminan fosilizados... o corruptos. (58)
En
distintos artículos he afirmado que Bergoglio habla permanentemente
de historia, historia de la que no sabe casi nada. Tan solo una
rápida lectura demuestra que todas las reformas monacales fueron
necesarias porque se dieron estas causales esenciales:
1.
Porque la regla escrita se consideraba demasiado estricta y por ello
se ablandaba con el tiempo, no exigiendo su cumplimiento. Esto lo
hallamos en el sarabaíta Bergoglio:
Sin
darnos cuenta, por pensar que todo depende del esfuerzo humano
encauzado por normas y estructuras eclesiales, complicamos el
Evangelio y nos volvemos esclavos de un esquema que deja pocos
resquicios para que la gracia actúe. Santo Tomás de Aquino nos
recordaba que los preceptos añadidos al Evangelio por la Iglesia
deben exigirse con moderación «para no hacer pesada la vida a los
fieles», porque así «se convertiría nuestra religión en una
esclavitud».(59)
Aquí
este universitario del discernimiento universal no logra discenir.
Una cosa son los preceptos y otra distinta son las reglas que forman
las comunidades monacales. Escribía San Juan Bosco al fin de sus
Reglas:
Declara
la Sociedad para tranquilidad de las almas que las presentes
Constituciones no obligan por sí bajo pena de pecado mortal ni
venial; y que, por tanto, si al faltar a ellas uno se hace reo ante
Dios, esto no proviene directamente de las mismas Constituciones...
(Art. 200)
Lo
dicho. Las reglas no son preceptos en sí mismos, sino auxilios
para cumplir bien los preceptos evangélicos.
Las
normas no son evangélicas porque no se las cumplen en su plenitud,
y en este estado de complacencia, la Gracia no puede actuar. Todo lo
opuesto a la enseñanza de Bergoglio, el sarabaíta y ahora
giróvago. El que cumple las reglas, nunca se siente esclavo,
sino libre. Esta es la causa por la cual las comunidades más
estrictas crecen y nunca mueren; algo que al giróvago
Bergoglio lo enfurece, de allí sus despiadados ataques a las
comunidades prósperas que aplican estrictamente la regla de su
fundador.
2.
Esta regla considerada muy severa por el fundador, se suaviza y la
comunidad elige un abad que ponga en práctica este nuevo criterio.
Para
esto nada más concreto que este episodio de la vida de San Benito
escrito por San Gregorio Magno:
No
lejos de allí, había un monasterio cuyo abad había fallecido, y
todos los monjes de su comunidad fueron adonde estaba el venerable
Benito y con grandes instancias le suplicaron que fuera su prelado.
Durante mucho tiempo no quiso aceptar la propuesta, pronosticándoles
que no podía ajustarse su estilo de vida al de ellos, pero al fin,
vencido por sus reiteradas súplicas, dio su consentimiento. Instauró
en aquel monasterio la observancia regular, y no permitió a nadie
desviarse como antes, por actos ilícitos, ni a derecha ni a
izquierda del camino de la perfección. Entonces, los monjes que
había recibido bajo su dirección, empezaron a acusarse a sí mismos
de haberle pedido que les gobernase, pues su vida tortuosa
contrastaba con la rectitud de vida del santo.
Viendo
que bajo su gobierno no les sería permitido nada ilícito, se
lamentaban de tener que, por una parte renunciar a su forma de vida,
y por otra, haber de aceptar normas nuevas con su espíritu
envejecido. Y como la vida de los buenos es siempre inaguantable para
los malos, empezaron a tratar de cómo le darían muerte. Después de
tomar esta decisión, echaron veneno en su vino. Según la costumbre
del monasterio, fue presentado al abad, que estaba en la mesa, el
jarro de cristal que contenía aquella bebida envenenada, para que lo
bendijera; Benito levantó la mano y trazó la señal de la cruz. Y
en el mismo instante, el jarro que estaba algo distante de él, se
quebró y quedó roto en tantos pedazos, que más parecía que aquel
jarro que contenía la muerte, en vez de recibir la señal de la cruz
hubiera recibido una pedrada. En seguida comprendió el hombre de
Dios que aquel vaso contenía una bebida de muerte, puesto que no
había podido soportar la señal de la vida. Al momento se levantó
de la mesa, reunió a los monjes y con rostro sereno y ánimo
tranquilo les dijo:
– Que
Dios todopoderoso se apiade de vosotros, hermanos. ¿Por qué
quisisteis hacer esto conmigo? ¿Acaso no os lo dije desde el
principio que mi estilo de vida era incompatible con el vuestro? Id a
buscar un abad de acuerdo con vuestra forma de vivir, porque en
adelante no podréis contar conmigo.
Entonces
regresó a su amada soledad y allí vivió consigo mismo, bajo la
mirada del celestial Espectador. (Cap. III)
EL
PROFETA SARABAÍTA
Bergoglio
fue cardenal sarabaíta, rebelde y
conspirador. Ahora gobierna llevando confusión y temor.
Por supuesto, todos los sarabaítas lo siguen embobados, ha
llegado la hora de su propio profeta.
¿Qué
hacer en un falso pontificado remoboth?
Lo que
dice el Santo fundador Benito:
De
la misérrima vida de todos éstos, es mejor callar que hablar.
Dejándolos, pues, de lado, vamos a organizar,
con la ayuda del Señor, el fortísimo linaje de los cenobitas.
Déjalo
de lado. Vivamos como lo hacíamos antes de los descalabros
que acompañaron al Vaticano II, el cual aportó a los sarabaítas muchos motivos para su rebelión.
Déjalo
de lado. Es el viento que se lleva la paja del trigo, para
limpiar la Iglesia de herejes, sarabaítas y giróvaros.
Cardenales
que nos dieron este papado, ¿cuando serán viento que deponga este hereje, sarabaíta y giróvago?
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