Escribíamos el 3 de febrero
de 2014 que estábamos en el Vaticano dentro de un proceso
revolucionario. El nombre de Revolución, se lo dio el mismo
Osservatore Romano, por eso decíamos entonces:
“...afirma
L'Osservatore Romano del día 1 de enero de 2014 en
el titular brillante de un artículo de Gian Guido Vecchi: Después
del coraje de Benedicto, la revolución de Francisco.”
Toda
revolución se hace mediante un proceso revolucionario, y de acuerdo
con las informaciones que nos llegan, parece que hemos entrado en la
víspera de uno de sus acontecimientos trascendentales.
Toda
revolución se hace contra algo y contra alguien, aquí no es difícil
adivinar que dicha acción revolucionaria actúa abiertamente contra
el catolicismo tradicional, siendo el Cardenal Burke su referente de
prestigio.
Toda
revolución la hacen alianzas de distintos grupos revolucionarios,
jacobinos y cordeleros para los tristes episodios de la revolución
francesa, mencheviques y bolcheviques para la revolución rusa. En
esta revolución vaticana contamos con el pacto de San Gallo, entre
la vanguardia jesuítica y las contaminadas aguas del Rin, siendo la
universidad de Tubinga el sustento ideológico con su idealismo
teológico en marcha.
Las
alianzas revolucionarias suelen romperse cuando la revolución está
en marcha, así como las rupturas entre jacobinos y cordeleros o la
escisión definitiva entre bolcheviques y mencheviques. Esta alianza
de San Gallo, parece haberse roto de acuerdo con los informes que
emite Marco Tosatti, donde parece estar al frente la vanguardia
jesuítica, y entre ellos “algún argentino” elaborando el
documento final del Sínodo. Marco Tosatti no da el nombre, pero
todos imaginan que es el “correveydile”
cordobés de siempre.
Todo
el poder bergogliano, fue hilvanado con tiempo, con toda paciencia, y
con toda su autocracia. No ha dejado cabos sueltos. El único
peligro pudo provenir de la toma de la Catedral de Buenos Aires en
noviembre de 2013, que contó entre ellos con un grupo de requetés,
si debemos decidir por la vestimenta. Esto mostró los dientes a
Bergoglio, de lo que era capaz la Fraternidad San Pío X en la
Argentina. Un puñado de boinas rojas, puso al poder bergogliano en
jaque. La policía puso fin al escándalo, con el consecuente
desprestigio de su enigmática figura. Las relaciones se solucionaron
removiendo el encargado de dicha Fraternidad en América Latina, pues
Mons. Fellay no posee vocación para la acción anti-revolucionaria.
Esto motivó que Bergoglio moviera las piezas para que dicha
Fraternidad fuera reconocida por el Gobierno Argentino, un hecho que
nadie acierta a explicarse, pero que adquiere sentido de su temor a
que algo peor, ese puñado de boinas rojas, le pudiesen hacer. De
este modo, el statu quo
argentino, quedó en stand by.
“Si no puedes con tu enemigo, hazte su amigo.”
No sé
si Bergoglio sabe de revoluciones, no es un Cochin, ni un Trotski;
pero le sobra experiencia acerca de los “golpes”
revolucionarios argentinos. De allí que es consciente que ha roto el
Grupo San Gallo con un “golpe a la
argentina”. De esta ruptura, nace
su viaje a Cuba y Estados Unidos; surge de la necesidad de mostrar al
grupo kasperiano
de las contaminadas aguas del Rin, que su figura tiene respaldo
internacional. Viaje que de católico no tiene nada, pero sí de
político, como la exhibición de su prestigio internacional, como
paso previo a los próximos episodios, donde todo indica que el
Sínodo para la familia, terminará en una hermosa farsa, como la
farsa de su falso papado.
Las
acciones futuras las decidirán la conclusiones que la vanguardia
jesuítica está elaborando a todo ritmo en Santa Marta y que
Bergoglio como buen autócrata, hará propias contra todo su frente
interno, que ahora es más amplio que nunca.
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